LENTEJAS VEGETARIANAS

“Lentejas, si quieres las comes y si no las dejas”

Esto es lo que nos solían decir madres y abuelas cuando cocinaban este mágnifico potaje. Claro que lo de “las dejas” era solo un decir. ¡Pobre de tí como se te ocurriera siquiera insinuar que no las querías!

Se me viene a la memoria la imagen de mi abuela. La veo sentada en la cocina con su delantal. Con mucha paciencia va separando las lentejas de las piedras...

Siempre que la veía hacer esto me preguntaba por qué piedras y lentejas venían juntas dentro del papel de estraza. ¡Qué pérdida de tiempo!

Desgraciadamente en esa España de “plato y cuchara” las mujeres tenían todo el tiempo del mundo para dedicárselo a las lentejas, a la casa, al marido, a los hijos... a todo menos a ellas mismas. Y para colmo era bastante improbable que pudieran trabajar fuera de casa.

Mi madre si fue una de esas mujeres afortunadas que trabajaban fuera de casa. En cambio mi abuela no tuvo tanta suerte, a ella le tocó ser “ama de casa en exclusiva”.

Quiero dedicarle a ella esta entrada y mi versión de su receta de lentejas. Además hoy es una magnífica ocasión para prepararlas ¿qué mejor manera de combatir este frío polar que con unas buenas lentejitas? Con la que está cayendo (termómetros por debajo de cero en toda España)  nos darán energía y nos calentarán el cuerpo. 

Y por si fuera poco son buenas para combatir la anemia, disminuir el nivel de colesterol, para prevenir la osteoporosis, contra la depresión y el mal humor e incluso tiene propiedades afrodisíacas (podéis leerlo aquí). 

Así que hoy, viernes, después de una dura semana de trabajo, con el frío que hace, yo me enciendo una buena chimenea y me paso la tarde encerradita releyendo al Quijote que, igual que yo he hecho hoy, los viernes comía lentejas.

 “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda...”
 
Los viernes en aquella época eran días de abstinencia, lo que me hace pensar que las lentejas no llevarían nada de carne, serían “viudas” como decía mi abuela. 

Mis lentejas no se parecen en nada a las que nos preparaba ella, bien cargaditas de tocino, chorizo y morcilla. Las mías son mucho más light, pero no por ello menos sabrosas. Las suyas estaban buenísimas, pero estas no tienen nada que envidiarles:

INGREDIENTES:
-Un paquete de 1/2 kg de lentejas Pardinas (las pequeñitas)
-Una acelga fresca.
-Dos zanahorias.
-1/2 pimiento verde y 1/2 rojo.
-Dos dientes de ajo.
-Un trocito de cebolla.
-Un tomate grande madurito.
-Una hoja de laurel.
-Una ñora.
-Un poquito de aceite de oliva.
-Una pastilla de caldo de ave o sal al gusto.
-Una pizca de pimentón dulce.
-Una pizca de nuez moscada molida.
-Un poquito de pimienta molida.
-Azafrán.

MODO DE PREPARARLAS:
En una olla se echa un poco de aceite de oliva para sofreir la cebolla picada y los dos dientes de ajos laminados. Cuando estén doraditos apartamos el sofrito del fuego y añadimos el pimentón dulce. 

Agregamos las dos clases de pimientos y las zanahorias en trocitos y de nuevo en la lumbre esperamos a que se doren removiendo con la cuchara de palo. Después incorporamos el tomate pelado y picado. 

Aparte ponemos una ñora en remojo para que se ablande un poco. Una vez blanda la echaremos en la olla con los demás ingredientes.


 Añadimos agua fría hasta la mitad de la olla. Incorporamos las hojas de acelga cortadas en trozos, la hoja de laurel, la nuez moscada, el azafrán, la pimienta molida y el caldo de ave o sal al gusto.

Por último echamos las lentejas. El agua debería sobresalir unos 3 cm por encima de las lentejas. Las coceremos a fuego lento unos 40 minutos aproximadamente. Yo prefiero irlas probando para ver si están en su punto.

Aunque así solas están buenísimas, hay quien una vez cocinadas les añade un chorito de vinagre. Para acompañarlas no es mala opción un platito de rabanillos picantes, encurtidos y un buen vino tinto, de esos con cuerpo, de los que dejan mancha en el vaso.



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